My Music: Gustavo Cerati (Ahi Vamos) / Disco Original

Como quien se saca un traje (elegante, pero a la larga incómodo) y se calza unas bermudas y una remera vieja: así debió sentirse Gustavo Cerati en el momento en el que se desmarcó de lo que se esperaba de él a la hora de hacer un disco y se dedicó, alegre y entusiasta, a crear la música que su espíritu le dictó. Ahí vamos, el álbum resultante de este proceso, es una clara muestra de la renovada frescura del ex Soda Stereo.

Comenzar el disco con “Al fin sucede” es toda una declaración de principios: Cerati sale de la electro-bruma y vuelve al riff de la mano de una auténtica canción animal. Para reafirmar lo dicho llega “La excepción”, un exquisito ejercicio de pop rock propulsado por el bajo y matizado con estratégicos estallidos de guitarra by Richard Coleman.

“Uno entre 1000” arranca misteriosa, traduciendo a su lenguaje el clima perverso de “Criminal”, tema del primer disco de Fiona Apple. No obstante, a medida que pasan los segundos se pone abrasiva y espesa, aunque la sensación de estar a punto de emprender un paseo inmoral nunca se disipa.

En “Caravana”, la new wave reafirma su lugar de privilegio en la fuente de donde abreva Gustavo. Entre galopes electrónicos y amagues cósmicos sobresale un estribillo contundente.

El mini bloque sensible comienza con “Adiós”, el la cual el cantante se pone en posición de narrador y desgrana una fábula de amor herido sin sentir la necesidad de enmarañar artificialmente una canción que nació y se crió redonda. En la misma línea estilística se inscribe la acústica y frágil “Me quedó aquí”.

Y de la luz, de vuelta a la tiniebla. “Lago en el cielo” remite al pop darkie de los primeros ’80, aunque sin descuidar a la que, en definitiva, termina siendo la actriz principal de Ahí vamos: la melodía.

El tándem “Dios nos libre” y “Otra piel” atrae por oposición. Donde la primera es visceralidad (con un riff deforme de hard rock setentoso), la segunda es ternura y, sobre el final, pura sensualidad funky.

“Médium” es otra balada viciosa que combina paisajes electrónicos con guitarras abrasivas: belleza y podredumbre armonizadas en su justa medida. Pero el mid tempo no dura mucho: cuesta decidir si “Bomba de tiempo” es un viaje a la new wave delirante de los lejanos ‘80 o una incursión en la neo-new wave bailable y cool que tan bien cultivan los grupos ingleses modelo ’00. Como sea, su pulso inquieto la hace irresistible.

“Crimen” es una love song fallida, pero no porque se haya malogrado la canción, sino porque, en este caso, lo que naufragó es el amor al que Cerati le canta. No hay vuelta que darle: cuando la letra transmite sensaciones palpables y la música siempre cambia al acorde correcto, no hay balada que no resulte conmovedora, y “Crimen” es un gran ejemplo de ello.

Por último llega “Jugo de luna”, una canción ideal para abrir conciertos, con una guitarra anfetamínica que corta en fetas el colchón de teclados sobre el que reposa. Programaciones y distorsiones varias completan un tema en el que el Cerati más parecido a Cerati, por fin, muestra las garras.

Track List